English below
Italiano sotto
Necesitamos tres días consumidos en aeropuertos o en el aire para arribar al continente africano. Atrás quedaron los bellos recuerdos de América latina y delante nos esperaban los nuevos por llegar. Gracias a Paola y Rupert tuvimos la enorme fortuna de conocer a los Giagas, una familia greco-sudafricana que nos devolvió a la vida, nos trató como familia e hizo lo imposible por ayudarnos a preparar el arranque. Lo pasamos bárbaro con ellos. Orbea, otra vez, nos dio ese empujoncito de oro mandándonos recambios para nuestras desgastadas bicicletas y entre unos y otros fuimos capaces de terminar el puzle. Ya podíamos partir.
No importa que pasen los años, cada inicio de viaje es excitante e ilusionante. Lo fue en Cairo, lo fue en Bangkok, lo fue en Alaska, también lo fue en Cape Town. Con dos meses sin tocar la bicicleta y con un calor al que no estábamos acostumbrados salir al ruedo fue chocante, por eso hicimos lo de siempre, tomárnoslo con calma. No tardamos en darnos cuenta que poco han cambiado las cosas desde nuestra anterior visita hace ya más de una década. Los blancos son quienes tienen el dinero y aunque hay una incipiente clase media “de color” todavía hay una gran masa social que vive en la pobreza y de los subsidios del gobierno. Y oímos el mismo discurso que ya hemos oído en otros países, “la gente prefiere no trabajar y malvivir con los subsidios que ganar un poco más trabajando duramente” o “dos días después de cobrar el subsidio ya se lo han gastado todo en alcohol”. Los blancos acusan a los “de color” de no querer trabajar y de arruinar y abandonar a su suerte las ricas granjas que les expropiaron en la época post Apartheid. Los “de color” acusan a los blancos de haberse quedado con lo mejor y que para ellos solo han quedado las migas. Por otro lado los escándalos de corrupción salpican al presidente del país, quien sin inmutarse, como si la gente fuera ciega se viene arriba y dice que la piscina de su descomunal mansión no es una piscina sino un cortafuego contra incendios. Y ni se sonroja. La globalización es total.
En la ruta tratamos de abstraernos de los problemas sociales pero sin quererlo vemos la diferencia de coches y casas entre unos y otros, y la barbaridad de mendigos borrachos que nos cruzamos por las calles. En pleno febrero el calor es brutal y decidimos salir de madrugada y parar no más tarde de las 14:00. Rodamos plácidamente por la vía principal aprovechando un arcén que ya teníamos olvidado. El relieve es muy montañoso con constantes subidas y bajadas que bajo el sol abrasador hacía que cada refugio que encontráramos con sombra se convirtiera en una parada obligada. El termómetro raramente bajó de los 37ºC y sobrepasó a menudo los 40…
Por fortuna hemos encontrado, como casi siempre, gente maravillosa que nos ha dado refugio y agua helada cuando el día tocaba a su fin. Apenas hemos tenido que montar la tienda porque casi siempre hemos acabado durmiendo en sus casas, un hecho increíble y que nos hace recordar con mucho cariño a todos aquellos que nos abrieron sus puertas. El sol y el paso de ríos hicieron que los primeros pobladores europeos de origen holandés levantaran granjas por doquier. Hoy en día son mayoritariamente viñedos o árboles de cítricos. También hay muchos mangos así que por suerte tanto mangos como uvas nos han amenizado unas cuantas tardes sudafricanas.
A medida que vamos subiendo hacia el norte, hacia Namibia, el paisaje es más y más árido. Cuesta creer que después de las lluvias estos campos se llenen de flores silvestres. Pero el calor agota tanto o más que las montañas y leemos que en Namibia las temperaturas están llegando a los 50ºC. Un descansito no nos vendría nada mal. Entonces aparece Manuel, “el portugués” quien nos brinda una generosidad infinita poco antes de la frontera. Reposamos bien y nos preparamos para sufrir el verano namibio.
Pero esa, será otra historia… (fotos debajo)
English
We need to spend 3 days in airports or flying to get to the African continent. We leave behind the good memories of Latin America and new ones are awaiting us. Thanks to Paola and Rupert we had the enormous luck of meeting the Giagas, a Greek-South African family who brought us back to life, treated us like family and went out of their way to help us preparing our start. We had a great time with them. Orbea, once again, gave us a huge help sending us some spare parts for our worn out bicycles and between one and the other we managed to finish the puzzle. And we could leave.
The years go by but it does not matter, the beginning of every journey is exciting. It was so in Cairo, in Bangkok, in Alaska, and also in Cape Town. After 2 months without cycling and with an extreme heat we were not used to, it was shocking to be back on the road. So we did what we always do, we took it easy. It did not take long to realize that things had not changed much since we had been here more than 10 years ago. White people are those who have the money and even if there is an emerging “coloured” middle class, there still is a huge social mass who lives in poverty and relying on government benefits. And we listen to the same words we already heard in other countries: “people prefer not to work and to survive on benefits instead of earning a bit more working hard” or “two days after getting the benefit they already have spent it all in alcohol”. White people accuse “coloured” people of not wanting to work and of ruining and abandoning the rich farms expropriated to the whites after the Apartheid era. “Coloured” people accuse white people of keeping the best, leaving only crumbles to them. On the other hand, the president of the country is involved in corruption scandals and dares to say, without getting perturbed, as if people would be blind, that the swimming pool of his huge mansion is not a pool, but a safety measure against fires. And he does not even blush. Globalisation is total.
On the road we try not to think about social problems, but even so we see the difference between cars and houses of the ones or the others, and the many drunken beggars who we encounter in the streets. In February the heat is unbearable and we decide to start cycling at sunrise and stop the latest at 2 PM. We cycle placidly on the main route, taking advantage of a nice shoulder that we had long forgotten. The orography is very hilly with constant up and downs that under the scorching sun make us stop in every possible shelter with shade. Rarely the thermometer showed less than 37ºC and many times it went over 40…
Luckily, once again, we have found wonderful people who gave us shelter and iced water at the end of the day. We barely used the tent because most of the time we ended up sleeping in their houses, an incredible thing that makes us think with affection about all those who opened their home to us. Thanks to the sun and the rivers, the first European settlers, Dutch descendents, have established farms everywhere. Nowadays there are mostly vineyards and citrus farms. There are also many mangoes, so luckily mangoes and grapes have delighted some of our South African afternoons.
The more we head up North, up to Namibia, the more the landscape gets arid. It is impossible to imagine that after the rainy season these meadows burst with wild flowers. But the heat is more exhausting than the mountains and we read that in Namibia temperatures are reaching 50ºC. We would really need a rest. And that´s when Manuel “the Portuguese” appears and welcomes us with an infinite generosity just before the border. We have a good rest and prepare to suffer the Namibian summer.
But this is another story… (pictures below)
Italiano
Dobbiamo passare tre giorni in aeroporti e in volo per arrivare al continente africano. Ci lasciamo alle spalle i bellissimi ricordi del Latinoamerica e siamo sicuri che ce ne aspettino di nuovi. Grazie a Paola e Rupert abbiamo avuto la grande fortuna di conoscere i Giagas, una famiglia greco-sudafricana che ci ha rianimati, trattati come famiglia e fatto l´impossibile per aiutarci a ripartire. Ce la siamo davvero spassata con loro. Orbea ci ha nuovamente aiutati mandandoci dei pezzi di ricambio per le nostre biciclette logore e fra l´uno e l´altro siamo riusciti a rimettere insieme il puzzle. Finalmente possiamo ripartire.
Nonostante gli anni che passano, ogni ripartenza é eccitante ed entusiasmante. E´stato cosí nel Cairo, a Bangkok, in Alaska, e anche a Cape Town. Dopo due mesi senza toccare le bici e con un caldo infernale al quale non eravamo abituati, rimettersi in sella é stato scioccante. Perció, abbiamo fatto quello che facciamo sempre, cioé prendercela con calma. Non ci é voluto molto per renderci conto che le cose non erano quasi cambiate dall´ultima volta che eravamo stati qui piú di 10 anni fa. I bianchi sono quelli che hanno i soldi e, nonostante una emergente classe media “di colore”, c´é ancora una grande classe sociale che vive nella povertá e con i sussidi del governo. Ascoltiamo gli stessi discorsi che avevamo giá sentito in altri paesi: “la gente preferisce non lavorare e vivere male con i sussidi invece che guadagnare un po´di piú lavorando duramente” oppure “due giorni dopo aver incassato il sussidio, lo hanno giá speso tutto in alcol”. I bianchi accusano le persone “di colore” di non voler lavorare e di rovinare e abbandonare le ricche fattorie espropriate ai bianchi dopo l´epoca dell´Apartheid. Le persone “di colore” accusano i bianchi di essersi presi le cose migliori lasciando loro solo le briciole. Dall´altro lato, scandali di corruzione coinvolgono il presidente della nazione, che senza fare una piega, come se la gente fosse cieca, ha il coraggio di dire che la piscina della sua enorme mansione non é una piscina, bensí una misura tagliafuoco in caso di incendio. E non arrossisce neanche! La globalizzazione é totale.
Quando pedaliamo cerchiamo di non pensare ai problemi sociali, ma é inevitabile notare la differenza di auto e case tra gente bianca e di colore, e la grande quantitá di mendicanti ubriachi che incontriamo per strada. In pieno febbraio il calore é terribile e decidiamo di cominciare a pedalare all´alba e fermarci non piú tardi delle 14:00. Pedaliamo tranquillamente lungo la strada principale, aprofittando di una larga banchina di cui ci eravamo ormai dimenticati. L´orografia é molto montagnosa, con continue salite e discese che sotto il sole cocente ci costringono a fermarci ad ogni possibile rifugio con ombra. Il termometro raramente scende sotto i 37 ºC e molte volte supera i 40…
Per fortuna, come quasi sempre ci capita, anche qui abbiamo incontrato persone meravigliose che ci hanno ospitati e dato acqua ghiacciata alla fine della giornata. Non abbiamo quasi usato la tenda, perché quasi sempre ci hanno invitati a dormire da loro, un fatto incredibile che ci fa ricordare con affetto tutte le persone che ci hanno aperto la loro porta di casa. Grazie al sole ed ai fiumi, i primi abitanti europei di origine olandese hanno creato fattorie ovunque. Oggi rimangono soprattutto vigneti e agrumeti. Anche i mango abbondano, cosí fortunatamente mango e uva hanno allietato vari nostri pomeriggi sudafricani.
Man mano che avanziamo verso nord, verso la Namibia, il paesaggio diventa piú arido. Sembra impossibile che dopo la stagione delle piogge questi prati siano inondati di fiori selvatici. Il calore estremo ci sfinisce ancor piú delle montagne, e leggiamo che in Namibia la temperatura sta raggiungendo i 50ºC. Avremmo proprio bisogno di una pausa. E cosí appare Manuel “il portoghese”, che ci accoglie con una generositá infinita proprio prima del confine. Riposiamo per bene e ci prepariamo a soffrire l´estate namibiana.
Peró questa é un´altra storia...
Italiano sotto
Necesitamos tres días consumidos en aeropuertos o en el aire para arribar al continente africano. Atrás quedaron los bellos recuerdos de América latina y delante nos esperaban los nuevos por llegar. Gracias a Paola y Rupert tuvimos la enorme fortuna de conocer a los Giagas, una familia greco-sudafricana que nos devolvió a la vida, nos trató como familia e hizo lo imposible por ayudarnos a preparar el arranque. Lo pasamos bárbaro con ellos. Orbea, otra vez, nos dio ese empujoncito de oro mandándonos recambios para nuestras desgastadas bicicletas y entre unos y otros fuimos capaces de terminar el puzle. Ya podíamos partir.
No importa que pasen los años, cada inicio de viaje es excitante e ilusionante. Lo fue en Cairo, lo fue en Bangkok, lo fue en Alaska, también lo fue en Cape Town. Con dos meses sin tocar la bicicleta y con un calor al que no estábamos acostumbrados salir al ruedo fue chocante, por eso hicimos lo de siempre, tomárnoslo con calma. No tardamos en darnos cuenta que poco han cambiado las cosas desde nuestra anterior visita hace ya más de una década. Los blancos son quienes tienen el dinero y aunque hay una incipiente clase media “de color” todavía hay una gran masa social que vive en la pobreza y de los subsidios del gobierno. Y oímos el mismo discurso que ya hemos oído en otros países, “la gente prefiere no trabajar y malvivir con los subsidios que ganar un poco más trabajando duramente” o “dos días después de cobrar el subsidio ya se lo han gastado todo en alcohol”. Los blancos acusan a los “de color” de no querer trabajar y de arruinar y abandonar a su suerte las ricas granjas que les expropiaron en la época post Apartheid. Los “de color” acusan a los blancos de haberse quedado con lo mejor y que para ellos solo han quedado las migas. Por otro lado los escándalos de corrupción salpican al presidente del país, quien sin inmutarse, como si la gente fuera ciega se viene arriba y dice que la piscina de su descomunal mansión no es una piscina sino un cortafuego contra incendios. Y ni se sonroja. La globalización es total.
En la ruta tratamos de abstraernos de los problemas sociales pero sin quererlo vemos la diferencia de coches y casas entre unos y otros, y la barbaridad de mendigos borrachos que nos cruzamos por las calles. En pleno febrero el calor es brutal y decidimos salir de madrugada y parar no más tarde de las 14:00. Rodamos plácidamente por la vía principal aprovechando un arcén que ya teníamos olvidado. El relieve es muy montañoso con constantes subidas y bajadas que bajo el sol abrasador hacía que cada refugio que encontráramos con sombra se convirtiera en una parada obligada. El termómetro raramente bajó de los 37ºC y sobrepasó a menudo los 40…
Por fortuna hemos encontrado, como casi siempre, gente maravillosa que nos ha dado refugio y agua helada cuando el día tocaba a su fin. Apenas hemos tenido que montar la tienda porque casi siempre hemos acabado durmiendo en sus casas, un hecho increíble y que nos hace recordar con mucho cariño a todos aquellos que nos abrieron sus puertas. El sol y el paso de ríos hicieron que los primeros pobladores europeos de origen holandés levantaran granjas por doquier. Hoy en día son mayoritariamente viñedos o árboles de cítricos. También hay muchos mangos así que por suerte tanto mangos como uvas nos han amenizado unas cuantas tardes sudafricanas.
A medida que vamos subiendo hacia el norte, hacia Namibia, el paisaje es más y más árido. Cuesta creer que después de las lluvias estos campos se llenen de flores silvestres. Pero el calor agota tanto o más que las montañas y leemos que en Namibia las temperaturas están llegando a los 50ºC. Un descansito no nos vendría nada mal. Entonces aparece Manuel, “el portugués” quien nos brinda una generosidad infinita poco antes de la frontera. Reposamos bien y nos preparamos para sufrir el verano namibio.
Pero esa, será otra historia… (fotos debajo)
English
We need to spend 3 days in airports or flying to get to the African continent. We leave behind the good memories of Latin America and new ones are awaiting us. Thanks to Paola and Rupert we had the enormous luck of meeting the Giagas, a Greek-South African family who brought us back to life, treated us like family and went out of their way to help us preparing our start. We had a great time with them. Orbea, once again, gave us a huge help sending us some spare parts for our worn out bicycles and between one and the other we managed to finish the puzzle. And we could leave.
The years go by but it does not matter, the beginning of every journey is exciting. It was so in Cairo, in Bangkok, in Alaska, and also in Cape Town. After 2 months without cycling and with an extreme heat we were not used to, it was shocking to be back on the road. So we did what we always do, we took it easy. It did not take long to realize that things had not changed much since we had been here more than 10 years ago. White people are those who have the money and even if there is an emerging “coloured” middle class, there still is a huge social mass who lives in poverty and relying on government benefits. And we listen to the same words we already heard in other countries: “people prefer not to work and to survive on benefits instead of earning a bit more working hard” or “two days after getting the benefit they already have spent it all in alcohol”. White people accuse “coloured” people of not wanting to work and of ruining and abandoning the rich farms expropriated to the whites after the Apartheid era. “Coloured” people accuse white people of keeping the best, leaving only crumbles to them. On the other hand, the president of the country is involved in corruption scandals and dares to say, without getting perturbed, as if people would be blind, that the swimming pool of his huge mansion is not a pool, but a safety measure against fires. And he does not even blush. Globalisation is total.
On the road we try not to think about social problems, but even so we see the difference between cars and houses of the ones or the others, and the many drunken beggars who we encounter in the streets. In February the heat is unbearable and we decide to start cycling at sunrise and stop the latest at 2 PM. We cycle placidly on the main route, taking advantage of a nice shoulder that we had long forgotten. The orography is very hilly with constant up and downs that under the scorching sun make us stop in every possible shelter with shade. Rarely the thermometer showed less than 37ºC and many times it went over 40…
Luckily, once again, we have found wonderful people who gave us shelter and iced water at the end of the day. We barely used the tent because most of the time we ended up sleeping in their houses, an incredible thing that makes us think with affection about all those who opened their home to us. Thanks to the sun and the rivers, the first European settlers, Dutch descendents, have established farms everywhere. Nowadays there are mostly vineyards and citrus farms. There are also many mangoes, so luckily mangoes and grapes have delighted some of our South African afternoons.
The more we head up North, up to Namibia, the more the landscape gets arid. It is impossible to imagine that after the rainy season these meadows burst with wild flowers. But the heat is more exhausting than the mountains and we read that in Namibia temperatures are reaching 50ºC. We would really need a rest. And that´s when Manuel “the Portuguese” appears and welcomes us with an infinite generosity just before the border. We have a good rest and prepare to suffer the Namibian summer.
But this is another story… (pictures below)
Italiano
Dobbiamo passare tre giorni in aeroporti e in volo per arrivare al continente africano. Ci lasciamo alle spalle i bellissimi ricordi del Latinoamerica e siamo sicuri che ce ne aspettino di nuovi. Grazie a Paola e Rupert abbiamo avuto la grande fortuna di conoscere i Giagas, una famiglia greco-sudafricana che ci ha rianimati, trattati come famiglia e fatto l´impossibile per aiutarci a ripartire. Ce la siamo davvero spassata con loro. Orbea ci ha nuovamente aiutati mandandoci dei pezzi di ricambio per le nostre biciclette logore e fra l´uno e l´altro siamo riusciti a rimettere insieme il puzzle. Finalmente possiamo ripartire.
Nonostante gli anni che passano, ogni ripartenza é eccitante ed entusiasmante. E´stato cosí nel Cairo, a Bangkok, in Alaska, e anche a Cape Town. Dopo due mesi senza toccare le bici e con un caldo infernale al quale non eravamo abituati, rimettersi in sella é stato scioccante. Perció, abbiamo fatto quello che facciamo sempre, cioé prendercela con calma. Non ci é voluto molto per renderci conto che le cose non erano quasi cambiate dall´ultima volta che eravamo stati qui piú di 10 anni fa. I bianchi sono quelli che hanno i soldi e, nonostante una emergente classe media “di colore”, c´é ancora una grande classe sociale che vive nella povertá e con i sussidi del governo. Ascoltiamo gli stessi discorsi che avevamo giá sentito in altri paesi: “la gente preferisce non lavorare e vivere male con i sussidi invece che guadagnare un po´di piú lavorando duramente” oppure “due giorni dopo aver incassato il sussidio, lo hanno giá speso tutto in alcol”. I bianchi accusano le persone “di colore” di non voler lavorare e di rovinare e abbandonare le ricche fattorie espropriate ai bianchi dopo l´epoca dell´Apartheid. Le persone “di colore” accusano i bianchi di essersi presi le cose migliori lasciando loro solo le briciole. Dall´altro lato, scandali di corruzione coinvolgono il presidente della nazione, che senza fare una piega, come se la gente fosse cieca, ha il coraggio di dire che la piscina della sua enorme mansione non é una piscina, bensí una misura tagliafuoco in caso di incendio. E non arrossisce neanche! La globalizzazione é totale.
Quando pedaliamo cerchiamo di non pensare ai problemi sociali, ma é inevitabile notare la differenza di auto e case tra gente bianca e di colore, e la grande quantitá di mendicanti ubriachi che incontriamo per strada. In pieno febbraio il calore é terribile e decidiamo di cominciare a pedalare all´alba e fermarci non piú tardi delle 14:00. Pedaliamo tranquillamente lungo la strada principale, aprofittando di una larga banchina di cui ci eravamo ormai dimenticati. L´orografia é molto montagnosa, con continue salite e discese che sotto il sole cocente ci costringono a fermarci ad ogni possibile rifugio con ombra. Il termometro raramente scende sotto i 37 ºC e molte volte supera i 40…
Per fortuna, come quasi sempre ci capita, anche qui abbiamo incontrato persone meravigliose che ci hanno ospitati e dato acqua ghiacciata alla fine della giornata. Non abbiamo quasi usato la tenda, perché quasi sempre ci hanno invitati a dormire da loro, un fatto incredibile che ci fa ricordare con affetto tutte le persone che ci hanno aperto la loro porta di casa. Grazie al sole ed ai fiumi, i primi abitanti europei di origine olandese hanno creato fattorie ovunque. Oggi rimangono soprattutto vigneti e agrumeti. Anche i mango abbondano, cosí fortunatamente mango e uva hanno allietato vari nostri pomeriggi sudafricani.
Man mano che avanziamo verso nord, verso la Namibia, il paesaggio diventa piú arido. Sembra impossibile che dopo la stagione delle piogge questi prati siano inondati di fiori selvatici. Il calore estremo ci sfinisce ancor piú delle montagne, e leggiamo che in Namibia la temperatura sta raggiungendo i 50ºC. Avremmo proprio bisogno di una pausa. E cosí appare Manuel “il portoghese”, che ci accoglie con una generositá infinita proprio prima del confine. Riposiamo per bene e ci prepariamo a soffrire l´estate namibiana.
Peró questa é un´altra storia...
Stelios el griego, la persona que nos recibió en el aeropuerto de Cape Town y que junto a su familia fueron piezas clave para que el pelotón de Cyclotherapy echara a rodar por este nuevo continente. Nunca encontraremos palabras suficientes para agradecerles su hospitalidad. Stelios the Greek, the person who welcomed us at the airport in Cape Town and together with his family has been essential for the start of the Cyclotherapy team in this new continent. Words will never be enough to thank them for their hospitality. Stelios il Greco, la persona che ci ha accolti nell´aeroporto di Cape Town e che assieme alla sua famiglia é stato fondamentale per la partenza della squadra di Cyclotherapy in questo nuovo continente. Non troveremo mai parole sufficienti per ringraziarli della loro ospitalitá. |
La costa sudafricana, salvaje y dramática. The South African cost, wild and dramatic. La costa sudafricana, selvaggia e drammatica. |
Cuando llega la temporada uno puede sentarse en la playa y ver ballenas. Cuando no es el caso siempre se puede caminar y sentarse a oír las olas. Es la pura paz. In the right season, you can sit down on the beach and see whales. When it is not the season, you still can walk and sit down listening to the waves. Absolutely peaceful. Nella stagione giusta ci si puó sedere sulla spiaggia a osservare le balene. Quano non é stagione, si puó sempre camminare e sedersi ad ascoltare le onde. Pace assoluta. |
No comment… |
Aún debemos esperar para ver los grandes mamíferos... We still have to wait to see the big mammals… Dobbiamo ancora aspettare per vedere i grandi mammiferi… |
Continuo rompe piernas… A constant legbreaking… Uno spaccagambe continuo... |
Aurrera txapeldunak!
ResponderEliminarhermoso leer sus relatos. nos hace soñar y quien dice algún día aventurarse por esas tierras. saludos
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